Cuando parece que ya nada nos pudiera sorprender, siempre aparece algún acontecimiento en el trabajo diario de un arquitecto municipal que nos dice lo contrario. Hace poco, teníamos noticias de que a una compañera le habían pedido en su ayuntamiento que informase de si estaba permitida la venta de bebidas alcohólicas en una gasolinera en base al ordenamiento jurídico urbanístico, pero creemos que esta historia del tractor la supera.
Todo comenzó cuando el concejal de un ayuntamiento, compró por 12.000 euros en el año 2006 un tractor de segunda mano para su municipio. Cinco años después, al averiarse el tractor, el concejal de otro grupo político lo vende a una chatarrería por 1.500 euros. En ese momento, la oposición pregunta por el tractor y le sigue la pista. Pero el tractor ya no está en la chatarrería sino que ahora está en una empresa local de tractores que lo ha comprado a su vez por 2.000 euros.
Alarmada la oposición, se dirige al equipo de Gobierno preguntando por el tractor y por el procedimiento empleado para su venta. Alarmado el equipo de Gobierno porque la oposición se alarme por el procedimiento empleado para su venta se dirige a la empresa local para la recuperación del tractor, pero el tractor ya no está tampoco ahí sino que ha sido vendido de nuevo a una empresa de tractores del pueblo vecino que pide ahora como es lógico bastante más de 2.000 euros negociables por el tractor. Al final de un largo periplo y negociaciones, el tractor vuelve a las dependencias municipales.
Hasta ahora el arquitecto municipal vivía ajeno a todo lo acontecido y ni siquiera sabia que el ayuntamiento tuviera un tractor, pero claro, en un Pleno se pregunta por el tractor y se inicia una investigación. Y al día siguiente, comunicación interna del Secretario y que diga el arquitecto municipal cuanto vale el tractor. Y el arquitecto lleva ya dos noches sin dormir porque se enfrenta al mayor reto de su vida profesional, decir cuanto vale el "tractor mágico" que ha hecho más kilómetros estropeado que cuando funcionaba. Todo el pueblo está pendiente del informe del técnico en el que si, se queda corto en el valor cabreará a media Corporación y si se excede cabreará a la otra media.
Y ahí esta el arquitecto haciéndole fotos al tractor, mirando el cuentahoras, fotocopiando la ficha técnica, buscando en Google y en bibliotecas como un poseso e intentando recordar en que curso de la carrera le explicaron algo sobre valoraciones de tractores agrícolas.
El arquitecto municipal, que si trabajara en el circo sería el que hace girar los platos en los alambres, no se amilana, busca y busca y al final encuentra cómo se puede obtener el valor de un tractor usado conociendo su potencia, su antigüedad, el tipo de tracción (simple o doble), su marca y hasta la presencia o no de aire acondicionado en la cabina, tiene que repasar hasta los logaritmos neperianos, pero al final le planta al Secretario en su mesa un informe con una valoración hasta con decimales que a ver quien es el guapo que se la discute. Cuando llega a su casa satisfecho de su trabajo le dice a su mujer: Hoy por fin voy a descansar tranquilo, me he convertido en el arquitecto municipal que más sabe de valoraciones de tractores de España.
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