El trabajo del arquitecto se podría diferenciar en tres etapas: Antes del proyecto, etapa de Diseño y la Construcción.
Antes del proyecto
Primero que todo es preguntarse cual la casa que queremos. O sea: la que nos podemos permitir, la que necesitamos o la que deseamos. Naturalmente tendremos que elegir entre una de ellas.
Busca un arquitecto que te escuche. Nadie más que tú sabe tus necesidades, deseos y las claves para explicar como es tu casa soñada. Por ello deberás hablar con el arquitecto y él escucharte. Tienes que explicar la casa que quieres, como quieres vivirla y disfrutar de cada rincón.
El arquitecto será tu asesor técnico de confianza.
Él dibujará tus necesidades, te aconsejará en los diferentes espacios, te aportará tipologías diferentes que no habías pensado y soluciones constructivas actuales. También redactará el proyecto para que sea todo legal y conforme a las leyes vigentes, hasta obtener la licencia de obras.
Dirigirá la obra, analizará los cambios propuestos (si hay) y sus sobrecostes.
Una vez finalizada la obra se obtendrá la primera ocupación y la casa estará legalizada como propiedad.
Todo este largo camino se hace con mucho diálogo y confianza mutua.
No hay que buscar el arquitecto más económico, ya que no es el más conveniente. El mejor es en el que tengas más confianza, te transmita más seguridad y se adapte a tus necesidades.
Antes de la elección del terreno o de una casa a reformar o ampliar también te puede asesorar. Se pueden encontrar con inmobiliarias físicas o virtuales, por Facebook o paseando por entorno que nos gusta y viendo letreros de venta.
Diseñando tu casa
Esta etapa es entusiasmante y delicada y no puede hacerse con prisas.
El cliente quiere mejorar su calidad de vida y por ello debe escoger un diseño bueno para él y sus circunstancias.
El diseño debe adaptarse al estilo de vida, la forma de ser, los valores y la familia del cliente. La casa es el reflejo de la familia ya que es donde hay nacimientos, aniversarios, recuerdos y muchas experiencias claves en la vida.
Un buen diseño es el que nos ayuda a ahorrar, el que nos hará vivir ordenadamente y el que nos hará tener una calidad de vida según nuestras necesidades.
El arquitecto debe transmitir todo ello en las propuestas que presente.
Un buen proyecto refleja muy bien las soluciones constructivas y evitará sobrecostes.
Un diseño de calidad es el que ahorra recursos y tiene eficiencia energética, también utiliza materiales de gran resistencia térmica y a la vez saludables.
Una casa saludable mejora las personas que la habitan.
Invierte en lo más importante y necesario para tu confort, en las cosas que su sustitución sería en un futuro inviable.
Invierte en el mejor aislamiento, en un buen diseño según tus necesidades, en materiales de calidad en muros y tejados, en definitiva con conseguir una casa de bajo consumo energético.
Ejemplo: Una cocina, un buen mobiliario o un buen parquet lo puedes tener más adelante y así estrenar casa en un futuro; pero los muros exteriores nunca los cambiarás.
El diseño es el instrumento de planificación y no se puede improvisar.
El presupuesto es básico para tenerlo como punto de partida y siempre se debe optar por la calidad constructiva.
El arquitecto también enseña todos los tipos de casas similares para que el cliente pueda elegir su modelo ideal.
Diseñar una casa no es sólo que tenga una forma bonita. Se puede hacer un buen diseño de una casa de menos de 100 metros cuadrados y de una con más de 200 metros cuadrados. La casa más barata es sencillamente más pequeña.
Construcción de la casa
El arquitecto debe estar a tu lado durante todo el proceso de construcción y así te ayudará a tomar las mejores decisiones.
Evita decisiones precipitadas y dobles instalaciones ya que son sobrecostes. Los clientes deben ser buenos planificadores y no improvisar temas fundamentales de la casa.
El arquitecto debe detectar problemas de diseño y los sobrecostes, en decisiones que se van tomando y también ir informando si nos vamos saliendo de presupuesto.
El arquitecto debe ir a la obra semanalmente y definir cada espacio con las ideas claras.
Hay que simplificar y evitar que la construcción se nos vaya de las manos, por tiempo, por dinero y por energía.
Cuando el proyecto se hace asequible se convierte un una experiencia maravillosa.
Elegir bien al constructor es muy importante. Al igual que el arquitecto el mejor nunca es el más barato. Un buen constructor tiene una buena planificación, tiene buenos equipos de instaladores y suele seguir las órdenes dictadas por la dirección, siempre con diálogo y consenso.
Un elemento clave para el control del presupuesto son las mediciones. Como mejor estén hechas más ajustado es el presupuesto y más real.
Las mediciones son el cálculo de todos los trabajos y materiales que intervendrán en la obra y definen el presupuesto total. (Ejemplo: metros cuadrados de yeso en toda la casa, metros de zócalo, etc. )
Todos los cambios que se deciden durante la obra aportan sobrecostos.
La experiencia me dice que el constructor que no hace su presupuesto con las mediciones, está dando precios a ojo y lo hace para no mojarse.
Es muy difícil que no aparezcan sobrecostes ni imprevistos, pero con comprensión entre todos los implicados se encuentran soluciones adecuadas para todos.
El arquitecto y aparejador deben ser constantes, semanalmente y de manera productiva en todas las visitas de obra.
A medida que se aproxima el final de obra y hay más industriales llegan las dudas; pero hay que confiar en el criterio de conjunto del arquitecto.
Al final de la obra también hay prisas para terminar, pero las decisiones precipitadas no son buenas.
Jordi Queralt. Arquitecto.
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