lunes, 18 de junio de 2018

[528] Sobre los arquitectos, su formación y la falta de trabajo. De interés para todos los estudiantes de arquitectura y para algún que otro profesor.

La asignatura de proyectos ocupa un alto porcentaje del tiempo total de la carrera de arquitectura, es muy entretenida, al ser solo práctica, y se convierte pronto en un banco de pruebas para los alumnos que compiten entre sí, convencidos de que el que mejor proyecte será el mejor arquitecto. 
El resto de las asignaturas de la carrera carecen de un atractivo comparable con el de la de proyectos. Algunas pueden ser exigentes, difíciles de aprobar, pero no son percibidas por los alumnos como necesarias para ser buen arquitecto. 
Pocos estudiantes se plantean destacar en construcción, en arquitectura legal, en gestión de costes o de plazos, en diseño de instalaciones. Algunos valoran el cálculo de estructuras o el urbanismo, pero en número insignificante frente al de los que valoran los proyectos. Tanto los alumnos como los profesores de esas asignaturas son mirados por los de proyectos con cierta condescendencia, con la piedad despectiva con la que se mira a quien hace todo lo que puede, pero que manifiestamente puede poco: “pobre, fíjate con lo que se tiene que conformar”.
“Para ser buen arquitecto hay que ser bueno proyectando”
Esta idea sólo es nociva en la medida en que es restrictiva, en la medida en que contiene una descalificación a la gran cantidad de posibilidades que ofrece la formación recibida.
Establecer una relación univoca entre el futuro profesional y una de las asignaturas de la carrera es empobrecedor, es despreciar muchas de las competencias adquiridas. Es inimaginable que se produjera una restricción de intereses semejante entre: 
•los médicos (o eres neurocirujano, o has fracasado)
•los abogados (si no defiendes casos penales, no vales nada)
•los biólogos (sólo son verdaderos biólogos los que se dedican a la botánica)
Siempre ha sido arrogante despreciar las ventajas menores, pero en estos tiempos es casi suicida, ya que de ellas va a depender la supervivencia de muchos de nosotros.
Para los que tenemos que cambiar en la madurez, es cuestión de reflexionar, ordenar las ideas, esforzarse por ver las cosas de forma nueva. Y si no se lograse, pedir ayuda a especialistas, psiquiatras o psicólogos, que puedan ayudarnos a reubicar nuestra personalidad en el nuevo marco.
Ya que hay que hacerlo, hagámoslo lo más a gusto que sea posible. No te detengas a pensar si te han engañado o quién te ha estafado unos años de tu vida, porque no conduce a nada. Evita sentir pena de ti mismo, no manosees tu dolor, y decide tu nuevo destino. 
Busca las fuerzas que sin duda tienes ahí dentro y aplícalas a meditar adónde vas a ir después de este desengaño. Ponte otra vez a nadar, porque, en contra de lo que parecía, aún no has llegado a tierra firme. Quienes antes se pongan a ello con determinación, llegarán antes y les será más fácil.
Para los estudiantes el esfuerzo será menor, y puede reducirse mucho en la medida en que el sistema educativo les prepare y les informe mejor.
GONZALO GARCIA MUÑOZ. ARQUITECTO

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