lunes, 13 de noviembre de 2023

[677] La autoridad y el poder

Relato corto de ficción presentado en el V concurso convocado en 2023 por la Unión de Arquitectos Peritos y Forenses de España.
Dedicado a tod@s l@s arquitect@s municipales de España.
Tantos años después de aquel día, aún sigo recordando esa mañana en la que me dirigía, por primera vez, a mi puesto de trabajo en el Ayuntamiento.
Visualizando las luces y las sombras que me llegaban de ese amanecer, percibía que estas me acompañarían durante los siguientes treinta y cuatro años de mi vida con distintas tonalidades según las estaciones de año.
Eran las siete de la mañana de un caluroso mes de junio y ya aparecía el sol en el horizonte. Supuse, y no me equivoqué, que en los meses de invierno atravesaría estos cincuenta kilómetros en una completa oscuridad.
Hacía una semana que me habían comunicado oficialmente la obtención de la plaza de arquitecto municipal en uno de los ayuntamientos en los que me había estado presentando en los últimos meses por oposición libre.
Si os soy sincero no estaba entre mis preferidos; cien kilómetros todos los días me iban a suponer recorrer más de veinte mil kilómetros al año, seiscientos ochenta mil kilómetros de vida laboral o lo que era lo mismo diecisiete monótonas vueltas al Mundo. Pero no me iba a quejar; arquitecto, con treinta y tres años y con un puesto de trabajo fijo.
Entré en el pueblo perfectamente enchaquetado con una discreta corbata. Pregunté a un viandante donde se encontraba el ayuntamiento porque el móvil me estaba dirigiendo por sentidos prohibidos y no era conveniente empezar una carrera de funcionario incumpliendo las normas de circulación.
Descubrí que el pueblo estaba invadido de bordillos amarillos y no había forma de aparcar. Al final lo conseguí, un poco lejos de mi destino, y me dirigí andando al Consistorio. En mi paseo me sentí observado en exceso.
⏤ Menos mal que no me puse la otra corbata. ⏤ Pensé.
Llegué al ayuntamiento y pregunté por la persona con la que había hablado por teléfono unos días antes, el arquitecto municipal saliente a punto de jubilarse que se había ofrecido a presentarme al alcalde.
Un ordenanza me condujo hasta su mesa y, ¡Oh, sorpresa!, ¡No tenía despacho! Dicho sea de paso observé que tampoco tenía pelo pero supuse que eso sería más bien por su genética que por su trabajo.
Su cercanía me impactó desde el primer apretón de manos mirándome a los ojos.
⏤ Vamos a tomar un café, ⏤ Me dijo.
⏤ Has venido muy pronto y el alcalde aún no ha llegado.
Cruzamos la plaza y entramos en un pequeño bar en el que me seguía sintiendo observado.
⏤ No te preocupes por que te miren, a mi me paso lo mismo cuando empecé, hasta que me dijeron que los forasteros que llegaban a este pueblo con chaqueta y corbata, o venían a un funeral o a llevarse el dinero.
Ni que decir tiene que ese día fue el primero y el último que fui con ese atuendo a mi puesto de trabajo.
El viejo arquitecto tomó la palabra y como si de una clase magistral se tratara, me resumió en apenas cuarenta y cinco minutos, sus treinta y tantos años largos de profesión y hoy, treinta y cuatro años después de ese momento, cuando soy yo el que se va a jubilar en breve, recuerdo ese dia como el más emotivo de toda mi vida profesional.
Me contó que había visto pasar por el ayuntamiento hasta cinco alcaldes y ocho secretarios, que había estado trabajando según qué etapas, en grandes despachos luminosos o en pupitres de colegio debajo de una escalera sin ventilación y que se jubilaría sin queja, en la gran sala compartida con otros diez compañeros que fue donde me recibió.
Curiosamente vivíamos muy cerca el uno del otro y cuando le comenté lo lejos que estábamos de nuestro trabajo, lo refutó diciéndome que ya echaría de menos unos cuantos kilómetros más para desconectar.
⏤ Te recomiendo, para que no te tengan localizado, que cambies de bar para desayunar cada tres meses si no quieres seguir trabajando con la tostada en la mano.
Me preguntó por mis actividades profesionales hasta ese momento y me recomendó que dentro de mis compatibilidades mantuviese alguna.
El me confeso la suya, los dictámenes periciales, que compatibilizaba con su trabajo en el Ayuntamiento.
⏤ Hace ya muchos años que me dedico a cuestiones periciales, ha sido mi gran vocación.
Me habló que su trabajo estaba muy reconocido en los juzgados, en parte debido a su labor dentro de la administración.
No lo entendí muy bien y le pregunté la causa de esa vinculación.
⏤ En un pueblo pequeño, un arquitecto municipal termina sabiendo de todo con el tiempo. Todo pasa en un pueblo pequeño y todos buscan al arquitecto municipal para que dé respuestas.
⏤ Y no olvides que, al fin y al cabo, el trabajo de un perito judicial también consiste en dar respuestas.
⏤ Yo fui el primer arquitecto que tuvo el pueblo y tú serás el segundo. ⏤ Me dijo.
⏤ Cuando yo entré a trabajar en este ayuntamiento, estaba a punto de jubilarse un aparejador con formación en la pericia judicial y que también me invitó a tomar un café el primer día que aterricé aquí.
⏤ Antes de llegar yo, solo estaba él y antes de él, el maestro de la villa.
Ensimismado con su relato, media tostada se apoyaba ya fría sobre mi plato y el humo del café hacía tiempo que había desaparecido.
⏤ ¿Maestro de la villa? ⏤ Le pregunté.
⏤ Creo que en ese café con el aparejador, descubrí mi verdadera vocación por el peritaje judicial y fue precisamente a raíz de que me hablara de su antecesor, el maestro de la villa.
Mi desconcierto fue aún mayor, definitivamente no me terminaría la tostada.
⏤ Me decía el aparejador que cuando actuaba el maestro de la villa, en él residía la autoridad, no el poder. El poder lo tenían los políticos pero todos los vecinos obedecían al maestro de la villa por sus conocimientos, experiencia y ecuanimidad.
⏤ Es probable que ese maestro de la villa nunca pisara un juzgado y seguramente evitó que muchos de sus vecinos lo hicieran.
⏤ Me contaba el aparejador que cuando se litigiaba por un muro medianero, allí estaba el maestro de la villa; cuando se litigiaba por el lindero de una finca, allí estaba el maestro de la villa; cuando se litigiaba por una humedad, allí estaba el maestro de la villa, y así me podría poner cientos de ejemplos y en todos se respetaban sus criterios y decisiones.
⏤ En el ámbito judicial pasa algo similar. El poder para aplicar las leyes lo tienen los jueces pero la autoridad es nuestra, de los peritos judiciales. No he conocido un mejor equipo de trabajo que el formado por jueces y peritos, en donde se respetan las competencias profesionales y que se basa en la confianza mutua.
⏤ En los años que te quedan por delante en este ayuntamiento te vas a encontrar con buenos y con malos políticos, con despachos y con pupitres, eso va con el sueldo.
⏤ En cambio, en el mundo de la pericia judicial, si te animas a entrar en él, solo te vas a encontrar con buenos jueces que aplican buenas o malas leyes.
⏤ Creo sinceramente que escogí bien mi segunda actividad.
Con hambre, sabiduría y curiosidad por lo pericial terminó nuestro desayuno. Eran las nueve de la mañana, el alcalde ya habría llegado. Salimos del bar y atravesamos la plaza camino de su despacho.
Han pasado ya treinta y cuatro años de todo aquello y parece que fue ayer. Hoy frente al ordenador de mi trabajo en una gran sala compartida ahora con veinte compañeros estoy leyendo las bases para la oposición del arquitecto que en breve me sustituirá.
Ya estoy deseando tomar ese café con él y terminar esa tostada que hace años no me pude acabar.
Rafael González Millán. Arquitecto municipal.

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