El mito del arquitecto dibujante
Los honorarios de una tarea son inversamente proporcionales al tamaño del papel en el que se desarrolla.
El arquitecto aprende tradicionalmente a hacer planos. Sólo le gusta trabajar en los planos, piensa que sólo le pagan por los planos, está convencido de que para construir el proyecto basta con unos buenos planos.
En las asignaturas de Proyectos sólo se piden planos. Como no se entregan pliegos de condiciones, mediciones ni presupuestos, y las memorias se limitan a justificar, si acaso, algunas decisiones formales, tendrían que llamarse asignaturas de Planos, impartidas por profesores de Planos, adscritos a Departamentos de Planos.
Sin embargo, si aceptamos aunque sea aproximadamente el desglose de tarifas de honorarios por componentes del proyecto propuesto en su día por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, resulta que más del cincuenta por ciento de los honorarios se perciben a cuenta de los documentos escritos, es decir, que cobramos más por los DIN-A4 que por los DIN-A1.
Esta conclusión es natural, puesto que esta es la parte del proyecto que más ha crecido. Si antes de la llegada de la modernidad al proyecto de arquitectura, que podría fijarse en el inicio de la publicación de las Normas Tecnológicas de la Edificación, a mediados de los setenta, un proyecto podía tener 50 DIN-A1 y 100 DIN-A4, hoy, tras esta intensa etapa de cambios en la normativa, el número de planos del mismo proyecto se ha doblado o triplicado, pero el número de páginas escritas seguramente se ha multiplicado como mínimo por diez.
Si a las tarifas de honorarios de un proyecto convencional y de su dirección de obra añadimos la enorme lista de trabajos que puede realizar el arquitecto en relación con el proyecto, desde la documentación de seguridad y salud hasta el asesoramiento en la selección de la empresa constructora o el análisis de viabilidad, el porcentaje de honorarios de la parte escrita se dispara.
Además, la informática para arquitectura ha facilitado el desarrollo de los componentes gráficos, en comparación con el antiguo trabajo manual, en una medida mucho mayor que lo ocurrido con los componentes escritos. Máquinas de escribir hubo siempre, pero algunos de nuestros compañeros han pasado por el tiralíneas y muchos, por supuesto, han desatascado el Rotring. Sin embargo, puede observarse que las tareas de tipo gráfico que necesitan un mayor apoyo informático, como el levantamiento o el modelado digital, están peor remuneradas que las que requieren una hoja de cálculo o un simple tratamiento de textos.
El mito del arquitecto digital
Los honorarios de una tarea son inversamente proporcionales al precio del programa que se necesita para desarrollarla.
Los planos son importantes, sin duda, pero tan pronto como un arquitecto dirige su primera obra, ya que raramente lo habrá aprendido en la Escuela, comprueba que los planos sólo sirven para indicar dónde se colocan los elementos que figuran en el presupuesto. Sean cuales sean las salvaguardias del pliego de condiciones y de la legislación, y excepto en contratos muy cerrados de proyecto y obra, si algo figura en los planos, pero no en el presupuesto, no se construirá sin resolver un conflicto.
Y el proyecto no lo es todo. Quienes tienen experiencia a lo largo del ciclo completo de la obra, desde la idea inicial a la puesta en operación del edificio, saben también que hay un importante conjunto de tareas que se realizan antes, durante y después del proyecto, absolutamente necesarias para que el edificio llegue a ser una realidad y que los arquitectos tienden a ignorar o despreciar.
La buena noticia es que los arquitectos están perfectamente preparados para ejecutar estas tareas, si decidieran hacerlo. La formación de las Escuelas es extraordinariamente adecuada para ello, en cuanto que combina una solvencia técnica razonable con una buena base para entender el comportamiento y las necesidades no mecanicistas de las personas. Es fácil comprobar que cuando una tipología funcional compleja puede ser proyectada tanto por arquitectos como por otros profesionales, la opinión de los usuarios suele ser mucho más positiva con los primeros, como ocurre con los aeropuertos, y no sólo por sus características visuales o plásticas, que muchas personas probablemente no valoran, sino porque satisfacen mejor las diferentes necesidades humanas.
Ahora bien, esta capacidad duramente alcanzada, que incluye las más preciadas competencias transversales, como trabajar en equipo de forma natural, liderazgo, excelente expresión verbal y escrita, intereses amplios, curiosidad por todo, iniciativa, motivación, autonomía y habilidad para imaginar lo que todavía no existe, se echa a perder única y exclusivamente por una razón: al estudiante se le convence de que sólo mediante la sagrada labor del proyecto -es decir, de los planos- se ejerce la arquitectura en forma plena, y que todo lo demás es el último refugio de un fracasado.
Cualquier arquitecto que haya realizado su vida profesional en un campo ajeno a esta concretísimo ocupación habrá oído mil veces la pregunta: "y tú, ¿no has construido nada?" -donde "construido" quiere decir sobre todo "proyectado"-. Aunque haya tenido el mayor de los éxitos, tanto si ha creado una ONG como si ha fundado un emporio industrial, tendrá que justificarse por no haberse dedicado a modificar y alterar la superficie terrestre, a la vista de las necesidades humanas.
No debería ser necesario recordar que la dignidad de las personas, su éxito personal y profesional, no guarda relación alguna con el campo en el que trabaja ocho horas al día, mientras esté dentro del marco de la legalidad y no se lastimen animales, y sólo importa la manera en que se ejerce.
La estricta correspondencia biunívoca entre carrera y profesión es un residuo del siglo XIX, que es cuando se definieron las carreras adecuadas a los perfiles y ocupaciones de la época, y ya no es una referencia en el siglo XXI, donde todas las tareas interesantes, y las más remuneradas, son combinaciones de las antiguas tareas puras y ninguna se estudia directamente como tal.
El mito del arquitecto arquitecto
Los honorarios de una tarea son inversamente proporcionales a su relación con el contenido estricto de la titulación.
El lector puede entretenerse con el ejercicio de buscar personas que han destacado por su contribución a la sociedad y buscar sus titulaciones de origen. Encontrará muy poca relación entre Jordi Pujol (o Gaspar Llamazares, si lo prefiere) y la medicina, ¿han fracasado por eso? Los directivos de las empresas químicas, aeronáuticas o de comunicaciones no suelen ser químicos, ingenieros aeronáuticos o telecos. Sin embargo, ¿por qué hay tan pocos arquitectos entre los políticos? ¿Por qué en la dirección de las empresas de la construcción hay ingenieros de casi cualquier cosa y arquitectos técnicos, pero nunca hay arquitectos?
Los arquitectos reciben la formación más amplia de la Universidad española, al mismo tiempo que se les convence de que no la usen. Por eso es una carrera tan atractiva y al mismo tiempo una profesión tan frustrante.
En realidad, muchísimos arquitectos serían capaces de realizar un trabajo excelente y muy demandado por la sociedad, en el mundo de la empresa o en cualquier otra ocupación alejada del cerrado ejercicio del proyecto, si fueran capaces de extirparse la reserva mental que se les instaló desde la Escuela mientras mantienen sus competencias transversales y sus conocimientos. Esta combinación es perfecta para el mundo actual, en el que los cambios requieren personas flexibles, capaces de aprender cada día, y no ese tipo de recién titulados, seguramente muy capaces pero cortos de vista, que se quejan en los periódicos de que no encuentran trabajo "de lo suyo".
Además, permitiría encontrar trabajo a cientos de arquitectos que van a sufrir un fuerte subempleo en los próximos años, que dejarían de hacer proyectos, quedando así disponibles para los que no desean hacer otra cosa.
Fernando G. Valderrama. Enero 2009
(Comunicación presentada al IV Congreso de Arquitectos celebrado en junio de 2009 en Valencia con el título “Dejad que florezcan mil DIN-A4 ¿Hay vida antes, durante y después del proyecto?”)
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