domingo, 2 de febrero de 2025

[707] De deber a querer

Interesante reflexión sobre "lo obligatorio" y "lo conveniente"  aportada en el I Congreso de Arquitectos de Madrid.
«Cada aspecto de la profesión del arquitecto es cuestionable.
Todos y cada uno de ellos.
Preocupaciones, riesgos, amenazas todo a la vez, en todas partes.
Que horror, que mal, ¡Que fatal!
Cualquier solución parcial no lo será. 
Toda discusión parcial acaba estéril en un lamento prolongado por lo mal que está todo, lo poco reconocida de nuestra profesión, lo poco apreciado, o remunerado, ¡Ay Tarifas!, de nuestro corporativo talento inmenso, de nuestra labor sacrificada, de nuestra inexistente conciliación personal, de tanta liebre por gato, de nuestra entrega abnegada y meritoria.
Todas estas previas son frases oídas más o menos tal cual en comentarios y debates sobre la Profesión y su dificultad; apóstoles, catequistas, hombres de negro, y mujeres de negro, imagen lorquiana, presuntuosa de dolores y sacrificios; lamento, quejío, llanto.
Pretendemos obligadamente, valorado nuestro trabajo y nos preocupamos menos de lo que en realidad valoran nuestros clientes (los únicos que deben valorarnos, los paganos del asunto) y nos lamentamos tanto de sus críticas, sin atender de veras a si tienen parte de razón, a lo que nos pagan y a por qué nos pagan, y a si de verdad les aportamos valor, y dónde y cuanto.
Despreciamos de modo más o menos soterrado (y en el fondo envidiosos) a nuestros antecesores, que prestaban a la sociedad un trabajo precioso y preciado, y nos creemos más listos, más capaces y más valiosos, cuando ya ni lo que hacemos gusta, ni se valora ni se aprecia. ¿Nos gusta a nosotros mismos con criterio recto y sincero, más allá de la receta aprendida en Escuelas que igualmente criticamos? ¿En donde está el mérito y la calidad de la arquitectura? ¿Cuanta se hace mirando más a la crítica íntima del gremio y el premio en vez de al aprecio real de nuestros clientes y de la sociedad?
Criticamos todo menos a nosotros mismos; a nuestros clientes, su supuesta incultura, su falta de sensibilidad, la pérdida del patrimonio, la falta de respeto por nuestra obra, lo sabemos todo menos aquello que nos pasa y afecta.
Recetas doy para mi no tengo: Perdonadme, compañeros, el punto de exabrupto tan alejado de lo que debe ser Ponencia.
Y a lo que quiero venir es a la idea principal: El papel del arquitecto, del que se ha seguido conservando y defendiendo siempre la parte impositiva, no ha llegado a potenciarse ni en la parte prestacional, ni por el valor añadido a la construcción, no sólo desde un punto de vista artístico y cultural, sino estrictamente práctico, de buena ordenación, adecuación y conveniencia.
Ser conveniente para lo necesario, y no obligado, tiene muy distintas lecturas, sobre todo de cara a la comercialización de nuestro servicio, a su comprensión, aprecio (y conformidad con el precio) por parte de nuestros clientes. De modo habitual se aprecia más lo que no es obligatorio, y que se considera, reconoce y aprecia como valioso y conveniente, frente a aquello que como obligado intentará evitar a toda costa o reducir siempre su precio.
Como Arquitectos somos impositivos, obligatorios: Los arquitectos para los clientes; el visado para los proyectos; los Colegios para los Arquitectos y el Consejo para los Colegios. Y así nos va, que ni los clientes aprecian a los arquitectos, ni los arquitectos al visado ni a los colegios, ni los colegios al Consejo Superior.
Y todo la Profesión, personal y sistema, y su Problema, viene de una estructura profesional, empresarial, de valores, colegial y de representación basada en la obligatoriedad, en la normatividad, y la reserva de la actividad, en el fondo en el privilegio correspondiente a una época distinta y extinta.
Y esa base obligatoria es la que impide que la estructura profesional, colegial y de representación, e incluso la misma naturaleza del ejercicio de la arquitectura y del acceso de los jóvenes al ejercicio y de la integración de la diversidad en ese ejercicio y la incorporación de nuevos (impensables si se basan en la obligatoriedad) canales para su desarrollo y de la actuación profesional en las administraciones, afronte la evolución necesaria que se anticipe a una revolución rupturista (el final tradicional y doloroso de una obligación formal que se estira más allá de su fundamento).
Y esa evolución, diría debe basarse, ideológicamente en la voluntariedad, en más bella palabra la LIBERTAD, de acceso, de ejercicio, de organización profesional, es seguramente la mejor base para que nuestro papel dependa de nosotros mismos, y no del albur de cualquier Consejo de Ministros, ni de esa Administración que parece sostenernos y a la que prestamos mucho mayor servilismo del que corresponde a la dignidad de una profesión liberal.
Si no hacemos nuestra reconversión, nos la harán. Y no nos gustará. Quizá si adoptamos la actitud de convertirnos en más convenientes que obligatorios afrontemos con mayor seguridad, y resiliencia todo desafío y cualquier incertidumbre, dependiendo más de nuestras propias capacidades que de cautelas legales.
El futuro es libre.
“Free as in freedom, not as in free beer” (Richard Stallman. GNUProject)»
Moisés Castro Porto. Arquitecto / COA Cantabria 685 / CSCAE 25176.3 / Ex-decano del COACan 2018-2024 / Ex-Vicepresidente segundo del CSCAE 2021-2024

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