jueves, 19 de diciembre de 2013

[372] FELIZ NAVIDAD 2.0

Desde blogdelaunion queremos desearos una feliz Navidad a todos los que respetáis la arquitectura, seáis o no arquitectos de la administración, seáis o no representantes de los arquitectos, seáis o no arquitectos. [video]

viernes, 13 de diciembre de 2013

[371] NO SON GENIOS LO QUE NECESITAMOS AHORA

El pasado 26 de noviembre de 2013, conmemorábamos el centenario del nacimiento de Jose Antonio Coderch. Vaya desde aquí nuestro pequeño homenaje y reconocimiento, transcribiendo un escrito que publicó en el año 1961 en la revista Domus, y que más de 50 años después nos sigue haciendo reflexionar sobre como las cosas no han cambiado mucho desde entonces y que mientras no propongamos entre todos los interesados, un proyecto común entre universidad y profesión, la Arquitectura seguirá siendo la gran perjudicada.
Al escribir esto no es mi intención ni mi deseo sumarme a los que gustan de hablar y teorizar sobre Arquitectura. Pero después de veinte años de oficio, circunstancias imprevisibles me han obligado a concretar mis puntos de vista y a escribir modestamente lo que sigue: 
Un viejo y famoso arquitecto americano, si no recuerdo mal, le decía a otro mucho más joven que le pedía un consejo: "Abre bien los ojos, mira, es mucho más sencillo de lo que imaginas." 
También le decía: "Detrás de cada edificio que ves hay un hombre que no ves." Un hombre; no decía siquiera un arquitecto. 
No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios son acontecimientos, no metas o fines. Tampoco creo que necesitemos pontífices de la arquitectura, ni grandes doctrinarios, ni profetas, siempre dudosos. Algo de tradición viva está todavía a nuestro alcance, y muchas viejas doctrinas morales en relación con nosotros mismos y con nuestro oficio o profesión de arquitectos (y empleo estos términos en su mejor sentido tradicional). Necesitamos aprovechar lo poco que de tradición constructiva y, sobre todo, moral ha quedado en esta época en que las más hermosas palabras han perdido prácticamente su real y verdadera significación. 
Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos en Arquitectura (con mayúscula), en dinero o en las ciudades del año 2000, y más en su oficio de arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiado lejos de la tierra en la que tienen raíces, y de los hombres que mejor conocen, siempre apoyándose en una base firme de dedicación, de buena voluntad y de honradez (honor). Tengo el convencimiento de que cualquier arquitecto de nuestros días medianamente dotado, preparado o formado, si puede entender esto también puede fácilmente realizar una obra verdaderamente viva. Esto es para mí lo más importante, mucho más que cualquier otra consideración o finalidad, sólo en apariencia de orden superior. 
Creo que nacerá una auténtica y nueva tradición viva de obras que pueden ser diversas en muchos aspectos, pero que habrán sido llevadas a cabo con un profundo conocimiento de lo fundamental y con una gran conciencia, sin preocuparse del resultado final que, afortunadamente, en cada caso se nos escapa y no es un fin en sí, sino una consecuencia. Creo que para conseguir estas cosas hay que desprenderse antes de muchas falsas ideas claras, de muchas palabras e ideas huecas y trabajar de uno en uno, con la buena voluntad que se traduce en acción propia y enseñanza, más que en doctrinarismo. Creo que la mejor enseñanza es el ejemplo; trabajar vigilando continuamente para no confundir la flaqueza humana, el derecho a equivocarse -capa que cubre tantas cosas-, con la voluntaria ligereza, la inmoralidad o el frío cálculo del trepador. 
Imagino a la sociedad como una especie de pirámide, en cuya cúspide estuvieran los mejores y menos numerosos, y en la amplia base las masas. Hay una zona intermedia en la que existen gentes de toda condición que tienen conciencia de algunos valores de orden superior y están decididos a obrar en consecuencia. Estas gentes son aristócratas y de ellos depende todo. 
Ellos enriquecen la sociedad hacia la cúspide con obras y palabras, y hacia la base con el ejemplo, ya que las masas sólo se enriquecen por respeto o mimetismo. Esta aristocracia hoy prácticamente no existe, ahogada en su mayor parte por el materialismo y la filosofía del éxito. 
Solían decirme mis padres que un caballero, un aristócrata es la persona que no hace ciertas cosas, aun cuando la Ley, la Iglesia y la mayoría las aprueben o las permitan. Cada uno de nosotros, si tenemos conciencia de ello, debemos individualmente constituir una nueva aristocracia. Este es un problema urgente, tan apremiante que debe ser acometido en seguida. 
Debemos empezar pronto y después ir avanzando despacio sin desánimo. Lo principal es empezar a trabajar y entonces, sólo entonces, podremos hablar de ello. 
Al dinero, al éxito, al exceso de propiedad o de ganancias, a la ligereza, la prisa, la falta de vida espiritual o de conciencia hay que enfrentar la dedicación, el oficio, la buena voluntad, el tiempo, el pan de cada día y, sobre todo, el amor, que es aceptación y entrega, no posesión y dominio. A esto hay que aferrarse. 
Se considera que cultura o formación arquitectónica es ver, enseñar o conocer más o menos profundamente las realizaciones, los signos exteriores de riqueza espiritual de los grandes maestros. Se aplican a nuestro oficio los mismos procedimientos de clasificación que se emplean (signos exteriores de riqueza económica) en nuestra sociedad materialista. Luego nos lamentamos de que ya no hay grandes arquitectos menores de sesenta años, de que la mayoría de los arquitectos son malos, de que las nuevas urbanizaciones resultan antihumanas casi sin excepción en todo el mundo, de que se destrozan nuestras viejas ciudades y se construyen casas y pueblos como decorados de cine a lo largo de nuestras hermosas costas mediterráneas. 
Es por lo menos curioso que se hable y se publique tanto acerca de los signos exteriores de los grandes maestros (signos muy valiosos en verdad), y no se hable apenas de su valor moral. 
¿No es extraño que se hable o escriba de sus flaquezas como cosas curiosas o equívocas y se oculte como tema prohibido o anecdótico su posición ante la vida y ante su trabajo? 
¿No es curioso también que tengamos aquí, muy cerca, a Gaudí (yo mismo conozco a personas que han trabajado con él) y se hable tanto de su obra y tan poco de su posición moral y de su dedicación? 
Es más curioso todavía el contraste entre lo mucho que se valora la obra de Gaudí, que no está a nuestro alcance, y el silencio o ignorancia de la moral o la posición ante el problema de Gaudí que, esto sí, está al alcance de todos nosotros. 
Con grandes maestros de nuestra época pasa prácticamente lo mismo. Se admiran sus obras, o mejor dicho, las formas de sus obras y nada más, sin profundizar para buscar en ellas lo que tienen dentro, lo más valioso, que es precisamente lo que está a nuestro alcance. Claro está que esto supone aceptar nuestro propio techo o límite, y esto no se hace así porque casi todos los arquitectos quieren ganar mucho dinero, o ser Le Corbusier; y esto el mismo año en que acaban sus estudios. Hay aquí un arquitecto, recién salido de la Escuela, que ha publicado ya una especie de manifiesto impreso en papel valioso después de haber diseñado una silla, si podemos llamarla así. 
La verdadera cultura espiritual de nuestra profesión siempre ha sido patrimonio de unos pocos. 
La postura que permite el acceso a esta cultura es patrimonio de casi todos, y esto no lo aceptamos, como no aceptamos tampoco el comportamiento cultural, que debería ser obligatorio y estar en la conciencia de todos. 
Antiguamente el arquitecto tenía firmes puntos de apoyo. Existían muchas cosas que eran aceptadas por la mayoría como buenas o, en todo caso, como inevitables, y la organización de la sociedad tanto en sus problemas sociales como económicos, religiosos, políticos, etc., evolucionaba lentamente. Existía, por otra parte, más dedicación, menos orgullo y una tradición viva en la que apoyarse. Con todos sus defectos, las clases elevadas tenían un concepto más claro de su misión, y rara vez se equivocaban en la elección de los arquitectos de valía; así, la cultura espiritual se propagaba naturalmente. Las pequeñas ciudades crecían como plantas, en formas diferentes, pero con lentitud y colmándose de la vida colectiva. Rara vez existía ligereza, improvisación o irresponsabilidad. Se realizaban obras de todas clases, que tenían un valor humano que se da hoy muy excepcionalmente. A veces, pero no con frecuencia, se planteaban problemas de crecimiento, pero afortunadamente sin esa sensación, que hoy no podemos evitar, de que la evolución de la sociedad es muy difícil de prever como no sea a muy corto plazo. 
Hoy día, las clases dirigentes han perdido el sentido de su misión, y tanto la aristocracia de la sangre, como la del dinero, pasando sobre todo por la de la inteligencia, la de la política y la de la Iglesia o Iglesias, salvo rarísimas y personales excepciones, contribuyen decisivamente, por su inutilidad, espíritu de lucro, ambición de poder y falta de conciencia de sus responsabilidades al desconcierto arquitectónico actual. 
Por otra parte, las condiciones sobre las cuales tenemos que basar nuestro trabajo varían continuamente. Existen problemas religiosos, morales, sociales, económicos, de enseñanza, de familia, de fuentes de energía, etcétera, que pueden modificar de forma imprevisible la faz y la estructura de nuestra sociedad (son posibles cambios brutales cuyo sentido se nos escapa) y que impiden hacer previsiones honradas a largo plazo. 
Como he dicho ya en líneas anteriores, no tenemos la clara tradición viva, qué es imprescindible para la mayoría de nosotros. Las experiencias llevadas a cabo hasta ahora y que, indudablemente en ciertos casos han representado una gran aportación, no son suficientes para que de ellas se desprenda el camino imprescindible que haya de seguir la gran mayoría de los arquitectos que ejercen su oficio en todo el mundo. A falta de esta clara tradición viva y en el mejor de los casos se busca la solución en formalismos, en la aplicación rigurosa del método o la rutina y en los tópicos de gloriosos y viejos maestros de la arquitectura actual, prescindiendo de su espíritu, de su circunstancia y, sobre todo, ocultando cuidadosamente con grandes y magníficas palabras, nuestra gran irresponsabilidad (que a menudo sólo es falta de pensar), nuestra ambición y nuestra ligereza. Es ingenuo creer, como se cree, que el ideal y la práctica de nuestra profesión pueden condensarse en "slogans" como el del sol, la luz, el aire, el verde, lo social y tantos otros. Una base formalista y dogmática, sobre todo si es parcial, es mala en sí, salvo en muy raras y catastróficas ocasiones. De todo esto se deduce, a mi juicio, que en los caminos diversos que sigue cada arquitecto consciente tiene que haber algo común, algo que debe estar en todos nosotros. Y aquí vuelvo al principio de esto que he escrito, sin ánimo de dar lecciones a nadie, con una profunda y sincera convicción.
JOSE ANTONIO CODERCH, publicado en la revista Domus, noviembre 1961. 

martes, 10 de diciembre de 2013

[370] SEMINARIO SOBRE EL NUEVO MODELO URBANO

En el marco del convenio de colaboración entre la FEMP y el Ministerio de Fomento, a través de la Dirección General de Arquitectura, Vivienda y Suelo, para la difusión de un nuevo modelo urbano basado en la rehabilitación edificatoria y la renovación y regeneración urbanas, está previsto realizar distintos seminarios para dar a conocer las reformas normativas impulsadas por la Dirección General de Arquitectura, Vivienda y Suelo para fomentar este nuevo modelo, además de permitir el análisis y debate del mismo.
El próximo día 16 de diciembre de 2013 se celebrará en el Ayuntamiento de Valencia, el segundo seminario sobre el “Nuevo modelo urbano”, dirigido a Responsables Técnicos de Urbanismo. Por este motivo, os informamos sobre el programa así como el formulario de inscripción al Seminario, que deberá remitirse  a la FEMP antes del 12 de diciembre quienes deseen asistir al mismo.
Si deseas más información al respecto, no dude en contactar con la Subdirección de Desarrollo Sostenible de la FEMP (tel: 91.364.37.00 / e-mail: sostenible@femp.es).

domingo, 1 de diciembre de 2013

[369] COMENTARIOS AL ANTEPROYECTO DE LEY DE SERVICIOS Y COLEGIOS PROFESIONALES Y SU REPERCUSIÓN SOBRE LOS ARQUITECTOS

Resulta cuando menos curioso que a estas alturas de la película, todavía haya quien no tenga claro ni la denominación exacta del anteproyecto de la LSCP. ¿O habría que denominarla LCSP?.
Aunque "matemáticas opiniones" atenuen esta sutileza, argumentando aquello ya tan olvidado por muchos, de la aplicación de la propiedad conmutativa, podríamos decir en este caso, "que es lo mismo, pero que no es igual". Para solventar este entuerto y buscando en la fuentes oficiales tenemos claro, por ahora, que estamos hablando de la LSCP y no de la LCSP, ya que estas siglas y en ese orden, entre otras cuestiones, ya la tiene "en propiedad" la Ley de Contratos del Sector Público. 
Solventada esta "minucia literal", comentaremos que llevamos los arquitectos, desde la aparición de aquel famoso Power Point del Ministerio, unos años indignados, y con razón, por entender que una Ley de claro sesgo economicista, pueda llevar a la desaparición de una profesión tan reconocida e identificada por la Sociedad como la de arquitecto y dejar a la arquitectura como dijo aquel que "no la va a conocer ni la madre que la parió".
Como muchas veces sucede, el bosque y los arboles no se dejan ver mutuamente, y convendría en estos momentos reflexionar y percatarse del caracter bicefalico de esta Ley: Servicios y Colegios.
Por una defensa a ultranza y totalmente justificada de nuestra profesión, hemos dejado los arquitectos de a pie, que no nuestros dirigentes, de interesarnos por la parte de la Ley que se centra en los Colegios Profesionales y sus Consejos Superiores, y que también en mayor o menor medida nos terminarán interesando y afectando a todos. Traemos aquí unos someros comentarios a la LSCP y a la repercusión que la misma va a tener sobre los arquitectos en todas aquellas cuestiones que nos puedan afectar.
El tener información sobre otros aspectos de la LSCP distintos a la incidencia que va a suponer esta en una posible modificación de la LOE nunca está de más, con independencia que nos preparemos a enfrentarnos con la segunda parte de una película a la que hemos sido invitados muy a nuestro pesar.